Mil luces rojas estallan. Agua. Dragan, Kenan, Flecha, Emina... y sus recuerdos: Raza, Ismet, Ismira. El barrio de Grbanica, el río Miljcka, el violonchelista... Abdulah, Jemail, Said, sirenas, los túneles de Rafah, Gaza. Azadas contra francotiradores carroñeros, piedras contra F-16 y muros de hormigón. La muerte. Como la del niño abrazado a su padre, o como la del amante en el puente Seher Cehaja.
"¿Ha visto usted a mi perro?", pregunta alguien a quien le cuelga media pierna. Miro y huyo desbocado hacia el vacío. Cierro el libro, tengo que cerrarlo para no vomitar despierto. A los dos minutos regreso donde lo he dejado. Los cadáveres tras el mortero se han multiplicado y huele a carne quemada. Coches baleados hacen de improvisadas ambulancias desde los escombros.
Y te lo cuento desde una cafetería calentita en la Gran Vía de Madrid, sin túneles por los que traficar con la vida de los demás. Afuera llueve. En Palestina, en Etiopía, en Sudán, en Chechenia, en Uganda... en tantos sitios... mueren.
Tiene que salir el sol, quiero que salga el sol, todo sería más sencillo.